¿Cómo nació nuestra hípica?
La historia de Prado Ventura es una historia familiar, de pasión y de superación.
Como toda gran historia, comienza muchos años atrás, cuando sus protagonistas, dos hermanas llamadas Antía y Noa, todavía eran demasiado pequeñas como para ser conscientes de lo que una afición llegaría a apasionarles a lo largo de sus vidas.
Siempre nos han gustado los caballos. Hemos crecido rodeadas de naturaleza y animales. Y aunque practicábamos muchos deportes, ninguno como la equitación nos dejó una huella tan profunda.
Nuestra relación con la equitación, como deporte, y con los caballos, como pasión, ha sido como la que un río mantiene con el mar. En muchos momentos de nuestras vidas apenas hemos estado en contacto, y en otros, fluía rebosante.
Además de pasión, siempre tuvimos talento para esto. Aunque no tuviéramos hasta adultas la posibilidad de tener un caballo en propiedad, siempre le echamos mucho corazón a éste deporte, buscando siempre la posibilidad de estar en contacto. Para nosotras, los caballos siempre fueron una fuente inagotable de bienestar. Si competíamos, no era ganar o perder, era el haber disfrutado de generar ése binomio con ése animal. Y durante años y años, perseguimos ésa sensación. En todas nuestras etapas personales, el caballo ha sido nuestro tótem más sagrado.
A medida que los años pasaron –una veintena-, fuimos dándole forma. Comenzamos a alquilar caballos en pupilaje, para confirmar si la pasión era compatible con nuestra economía. Y aunque es una afición cara, no sólo no nos echamos para atrás, sino que nos enganchamos aún más. De ahí, varios años más –aún-, pasamos a comprar la primera yegua en propiedad.
El proyecto Libélula IAA intervenciones asistidas con animales
En un momento dado, aprovechamos una oportunidad a raíz de la cesión de una antigüa granja donde teníamos a nuestra yegua afincada y nos lanzamos a explorar cómo era eso de montar una hípica. Fueron años duros, llenos de problemas por el mal estado de las instalaciones, problemas derivados de las malas praxis en la compra/venta de animales, y la escasez de nuestros propios recursos ecónomicos y emocionales. En aquella época nos enteramos de lo que valen muchas cosas en la vida, y de lo duro que hay que pelear si realmente quieres dedicarte a aquello que te apasiona. Gracias a toda ésta etapa, reforzamos nuestra convicción de que un futuro profesional era posible ya que, pese a todas las dificultades, fuimos superándonos cada día. Decidimos llamarle a ése primer proyecto Libélula IAA (intervenciones asistidas con animales), por dos razones. Por un lado, trabajábamos no sólo con caballos, sino también con perros. Y además escogimos la libélula porque como criatura del viento, representa el cambio, y precisamente ésa fue la gran lección que aprendimos gracias a ésa experiencia: prestar atención a dónde sopla el viento… porque se avecinan cambios.
Hubo muchas renuncias personales y profesionales, durante la gestación de éste proyecto, aunque también –y de forma paralela-, una profunda vinculación familiar que ha sido la que ha permitido que seamos hoy por hoy Prado Ventura. Criadas en valores como la perseverancia, la lealtad y el compromiso; conseguimos que aquella idea infantil de montar un club hípico se hiciera, no sólo real, sino que nos uniera aún más como familia.
Hípica en As Pontes de García Rodriguez, A Coruña
En el año 2015 empezamos a proyectar lo que hoy es Prado Ventura. Buscamos la financiación, nos reunimos de valor y dimos otro paso al frente que, dos años después ha desembocado en la creación de éste espacio diseñado, no sólo como adiestramiento deportivo en la práctica de la equitación, sino también como puente tendido al crecimiento personal de las personas asistido a través de nuestros caballos.
Cuando estábamos buscando terrenos donde poder ubicarnos, escogimos As Pontes de García Rodríguez porque era un entorno perfecto para nuestra actividad. Un sitio tranquilo, accesible y con una calidad paisajística envidiable.
¿Por qué se llama Prado Ventura? ¿Qué significa?
Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando al seleccionar el terreno de donde hoy se ubican nuestra naves, resulta que estaba formado por dos fincas cuyos nombres eran “Prado” y “Ventura” en una zona llamada “Casas Hermas”. ¿Casualidad? De nuevo, la libélula nos había guiado a otro cambio, ya definitivo, que no podía ser más alentador.
A día de hoy seguimos trabajando, creando y comprometiéndonos con la mayor de las ilusiones. Generando poco a poco nuestra humilde forma de vivir una pasión: los caballos.
Agradecemos profundamente por toda la experiencia vivida, sin quitarle nada.
Gracias por darnos tanto.
Gracias por las amistades, que nos acompañaron en todas las etapas y que nos dieron alas al corazón, a pesar de las dificultades. Sin vosotras y vosotros nunca hubiéramos podido seguir.
Gracias por la familia, que pese a las incertidumbres, creyó siempre en nuestra idea y nos apoyó en todo. Sin nuestra madre, nuestro padre y nuestra abuela esto jamás habría sido posible. Gracias por no rendiros. Gracias por criar dos guerreras.
Gracias a los enemigos, fuente inagotable de ansiedades, dificultades, penurias e incertezas. Sin vosotros nunca habríamos sabido de qué pasta estamos hechas.
Y gracias a las personas, situaciones y emociones que vendrán en ésta nueva etapa. Porque nos haréis más grandes, más fuertes, mejores.
0 comentarios